
El la acariciaba sutil, amores antiguos,
inconexiones que llueven
en el crepúsculo intacto.
Los años pesan en un instante,
los hijos, los bienes.
De pronto un rayo
se conecta con sus ojos
y humana ausencia se proyecta
hacia los focos de los postes.
Una mentira, un veneno
que traspasa las preguntas
de la paloma entumida, cercada,
mujer pequeña...
Ya no te amo, debo decirlo
en algún gesto, un esquivar, una huida.
Ya no me amas, mas no pronuncies
mas que el adios de tu mortaja. No digas nada.
Autor de las letras: © Eduardo Waghorn H.