Hoy caminé mirando al cielo,
más allá de construcciones,
rascacielos, estructuras...
El viento que anuncia el hielo
rasgaba mi rostro, mas yo sonreía.
Tropezando un par de veces,
sollozaba de alegría.
Estreché entre mis brazos a mis amados
y los sentía, y vivía.
Hoy afeité mi ajada faz,
y en mi caso es habitual:
me cortaba, no maldecía...
Pequeñas cosas me inundaron,
detalles tibios, inmensos, eternos.
Hoy comprendí que mi conciencia debe estar limpia;
que dar amor es el camino
aunque el odio ciego
aun reine en mi planeta;
que mi princesa de seis
me requiere urgente, que no puedo fallarle ni faltarle;
que me debo a muchos que me quieren y me esperan.
Hoy sentí correr la sangre por mis venas.
Y dí las Gracias, de rodillas.
Luego estreché entre mis brazos a mis amados
y los sentía, y vivía.
¡Y aun vivía!
más allá de construcciones,
rascacielos, estructuras...
El viento que anuncia el hielo
rasgaba mi rostro, mas yo sonreía.
Tropezando un par de veces,
sollozaba de alegría.
Estreché entre mis brazos a mis amados
y los sentía, y vivía.
Hoy afeité mi ajada faz,
y en mi caso es habitual:
me cortaba, no maldecía...
Pequeñas cosas me inundaron,
detalles tibios, inmensos, eternos.
Hoy comprendí que mi conciencia debe estar limpia;
que dar amor es el camino
aunque el odio ciego
aun reine en mi planeta;
que mi princesa de seis
me requiere urgente, que no puedo fallarle ni faltarle;
que me debo a muchos que me quieren y me esperan.
Hoy sentí correr la sangre por mis venas.
Y dí las Gracias, de rodillas.
Luego estreché entre mis brazos a mis amados
y los sentía, y vivía.
¡Y aun vivía!
Autor: © Eduardo Waghorn H.